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grande." Las palabras del poeta toman un tono paternal, pero cálido y convincente.
"Fácil es alcanzar en tropel la miseria. Liso es el camino. Y no reside lejos. Sin
embargo, los dioses inmortales han colocado antes del éxito, el sudor. Largo y
escarpado es el sendero que conduce a él y, al principio, áspero. Sin embargo, cuando
has alcanzado la cúspide, resulta fácil, a pesar de su rudeza." "Miseria" y "éxito" no
traducen exactamente las palabras griegas kako/thej y a)reth/. Con ello
expresamos, por lo menos, que no se trata de la perversidad y la virtud moral tal
como lo entendió más tarde la Antigüedad.69 Este fragmento se enlaza con las
palabras de ingreso en la primera parte, relativas a la Eris buena y mala. Después de
haber puesto claramente ante los ojos del lector la desgracia de la lucha, es preciso
mostrar ahora el valor del trabajo. El trabajo es ensalzado como el único, aunque
difícil camino, para llegar a la areté. El concepto abraza al mismo tiempo la destreza
personal y lo que de ella deriva bienestar, éxito, consideración. No se trata de la
areté guerrera de la antigua nobleza, ni de la clase propietaria, (79) fundada en la
riqueza, sino la del hombre trabajador, que halla su expresión en una posesión
moderada. Es la palabra central de la segunda parte, los Erga propiamente dichos. Su
fin es la areté, tal como la entiende el hombre del pueblo. Quiere hacer algo con ella
y prestarle una figura. En lugar de los ambiciosos torneos caballerescos, exigidos por
la ética aristocrática, aparece la silenciosa y tenaz rivalidad del trabajo. Con el sudor
de su frente debe ganar el hombre su pan. Pero esto no es una maldición, sino una
bendición. Sólo a este precio puede alcanzar la areté. Así, resulta perfectamente claro
que Hesíodo, con plena conciencia, quiere poner, al lado de la educación de los
nobles, tal como se refleja en la epopeya homérica, una educación popular, una
doctrina de la areté del hombre sencillo. La justicia y el trabajo son los pilares en que
descansa.
Pero, entonces, ¿es posible enseñar la areté? Esta pregunta fundamental se halla al
principio de toda ética y de toda educación. Hesíodo la suscita, apenas pronunciada la
67
11 Teog., 869.
68
12 Erga, 286 ss.
69
13 Ver WILLAMOWITZ, Sappho und Símonides (Berlín, 1913), p. 169.
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palabra areté. "Ciertamente, es el mejor de los hombres aquel que todo lo considera,
y examina qué cosa será en último término lo justo. Bueno es también el que sabe
seguir lo que otro rectamente le enseña. Sólo es inútil aquel que ni conoce por sí
mismo ni toma en su corazón la doctrina de otro." Estas palabras se hallan, no sin
fundamento, entre la enunciación del fin la areté y el comienzo de los preceptos
particulares que se vinculan inmediatamente a él. Perses, y quienquiera que oiga las
doctrinas del poeta, debe hallarse dispuesto a dejarse guiar por él si no es capaz de
conocer, en su propia intimidad, lo que le aprovecha y lo que le perjudica. Así se
justifica y adquiere sentido la totalidad de su enseñanza. Estos versos han valido en la
ética filosófica posterior como el primer fundamento de toda doctrina ética y
pedagógica. Aristóteles los acepta en su plenitud en la Ética nicomaquea en su
consideración introductora sobre el punto de vista adecuado (±ÁÇ®) de la enseñanza
ética.70 Ésta es una indicación de la mayor importancia para comprender su función
en el esquema general de los Erga. También allí juega un papel de la mayor
importancia la cuestión del conocimiento. Perses no tiene una concepción justa. Pero
el poeta debe dar por supuesto que es posible enseñarla, desde el momento en que
trata de comunicarle su propia convicción y de influir en él. La primera parte prepara
el terreno para sembrar la simiente de la segunda. Desarraiga prejuicios y errores que
se interponen en el camino del conocimiento de la verdad. No es posible que el
hombre llegue a su fin mediante la contienda y la injusticia. Para obtener la verdadera
prosperidad es preciso que ajuste sus aspiraciones al orden divino que gobierna el
mundo. Una vez que el nombre ha llegado a la íntima convicción de esto, otro puede,
mediante sus enseñanzas, ayudarle a encontrar el camino.
(80) Siguen a la parte general, que lo pone en esta situación precisa, las doctrinas
prácticas particulares,71 mediante una serie de sentencias que otorgan al trabajo el
más alto valor. "Así, recuerda mis advertencias y trabaja, Perses, vástago divino, para
que el hambre te aborrezca y te ame la casta y bella Deméter y llene con abundancia
tus graneros. Quien vive inactivo es aborrecido de los dioses y de los hombres.
Asemeja al zángano que consume el penoso trabajo de las abejas. Procúrate un justo
placer entregándote, en una justa medida, al trabajo. Así, tus graneros se llenarán con
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