[ Pobierz całość w formacie PDF ]

Incapaz de soportar el vértigo bajó vacilante por la rampa hasta la sólida seguridad de la
caverna. La Vigilante Steel lo seguía.
-¿Qué significa todo esto? -le preguntó Chimal-. No puedo llegar a comprender lo que
sucede.
-Yo no puedo decírtelo, esta vez porque lo ignoro. Esto no es mi trabajo. Soy una
vigilante y la gente del mantenimiento nunca habla de esto. Ellos deben saber lo que
significa.
Chimal miró hacia el túnel oscurecido donde había desaparecido el Sol, y no podía
comprender.
-Debemos seguir adelante -dijo-. Tengo que descubrir lo que significan estas cosas. ¿A
dónde va el otro túnel del coche? -preguntó, señalando la abertura al otro extremo de la
gran sala.
-No lo sé. Yo no soy de mantenimiento. -No eres gran cosa de nada -le dijo Chimal con
inconsciente crueldad-. Seguiremos adelante.
Sacó lentamente el coche del túnel y lo detuvo mientras ella cargaba comida yagua.
Ahora que empezaba a desconfiar de la realidad, quería llevar con él sus provisiones.
Luego atravesaron la caverna y se adentraron en el túnel del lado opuesto. Este era llano
y recto, aunque, por alguna razón, la hilera de luces, adelante, parecía subir. Sin
embargo, ellos nunca subieron: el túnel seguía perfectamente llano. Enfrente apareció
alguna diferencia en la textura del túnel y Chimal frenó el coche hasta que apenas se
movía y lo paró cuando llegaron a los barrotes de escalera de mano que estaban
incrustados en la roca sólida de la pared del túnel. Estos subían por la pared y por una
abertura en forma de tubería abierta en el techo.
-Vamos a ver a dónde va esto -dijo Chimal. Obligó a Steel a apearse. Se quedó atrás
mientras ella empezaba a subir por la escalera delante de él. Hubo que trepar unos seis o
siete metros por el agujero, el cual era sólo un poquito más ancho que los hombros de
Chimal y estaba iluminado por dos lámparas, de las cuales la superior se hallaba justo
debajo de una tapa de metal que cubría el extremo del recinto.
-Empújala -dijo-. No parece estar sellada. Era un metal delgado, con goznes a un lado;
Steel lo abrió con facilidad y salió. Chimal la siguió afuera de la roca sólida y el cielo azul.
Miró primero hacia arriba, alas nubecitas blancas que flotaban sobre sus cabezas, y luego
más allá, al valle, con la fina línea del río y las dos aldeas color pardo, una a cada lado,
que colgaban directamente sobre su cabeza..
Esta vez cayó, se apretó contra la sólida superficie del cielo y se agarró al borde del
agujero. Tenía la sensación de que caía a plomo, que era lanzado desde el cielo a la
muerte, des- trozado, sobre los campos junto al río. Cuando cerró los ojos para acabar
con la espantosa visión, se sintió mucho mejor. Bajo él sintió la roca sólida y el peso de su
cuerpo contra ella. Después de levantarse lentamente sobre las manos y las rodillas, abrió
los ojos y miró hacia abajo. Pintura azul de alguna clase, sobre roca maciza; se
descantillaba cuando él la cogía en torno al borde del agujero. Incluso había huellas
polvorientas de pies donde otros habían andado, y muy cerca pasaban rieles de metal,
muy separados, como los que habían traído el Sol. Se acercó a ellos, todavía de rodillas,
y aferró la solidez de la barra de metal azul: en la parte superior estaba gastada y
brillante. Levantó los ojos lentamente y siguió con la mirada los carriles a través del cielo,
vio que iban acercándose entre sí y finalmente desaparecían dentro de una abertura
negra, muy arriba, en la cima de la suave curva del cielo. Trató de no pensar en esto ni de
intentar comprenderlo. Todavía no. Primero tenía que verlo todo. Lentamente, rodó sobre
su espalda, todavía aferrado al carril.
Sobre él estaba el valle, visible de un extremo a otro, exactamente como él sabía que
había de verse. A los dos lados había montañas que apuntaban directamente hacia él, y
más montañas allende los límites del valle. Al extremo norte había la barrera de roca y el
pantano, el cauce sinuoso del no entre los campos, las casas pardas y las manchas
oscuras de los dos templos, los árboles al sur y el brillo plateado de la laguna. La cascada
apenas era visible, pero no había ninguna señal de no que fuese hacia ella. Allí había
unas pocas montañas y la bóveda azul del cielo empezaba inmediatamente tras ellas.
Su mirada captó un leve movimiento y se volvió en el preciso momento en que Steel
desaparecía por el agujero de la roca.
Olvidó entonces su vértigo, se puso en pie de un salto y corrió hacia la abertura. Steel
bajaba de prisa, más de prisa de lo que él hubiera creído, sin mirar hacia arriba. Cuando
él empezó a bajar, ella llegó al túnel de abajo y saltó de la escalera. Chimal bajó unos
escalones más, luego se soltó y se dejó caer pesadamente sobre la roca maciza de abajo.
Por encima de su cabeza pasó el fuego.
Steel tenía preparada la cosa de matar, esperando que él saliera para destruirlo. Ahora
miraba boquiabierta los escalones y la pared ennegrecidos y, antes que pudiera corregir
su puntería, Chimal estaba sobre ella y le arrebataba el arma de las manos.
-Demasiado tarde para esto -dijo, tirando el arma dentro del coche.
Hizo girar a la muchacha, la colocó contra la pared, le asió con fuerza la barbilla y le
sacudió la cabeza.
-Demasiado tarde para matarme, porque ahora conozco la verdad, lo sé todo sobre
vosotros los guardianes, y sobre el mundo y las mentiras que se me han dicho. Ya no
tengo ninguna necesidad de hacerte preguntas, ahora yo puedo decírtelo a ti.
Soltó la carcajada y se sorprendió al oír el chillido de su risa. Cuando soltó a Steel, ésta
se frotó las marcas que su apretón le había dejado en la barbilla, pero él no se dio cuenta.
-Mentiras -dijo-. Se ha mentido a mi gente sobre todo. Es mentira que estamos en un
valle de un planeta llamado Tierra, que da vueltas en torno al Sol... que es un globo de [ Pobierz całość w formacie PDF ]

  • zanotowane.pl
  • doc.pisz.pl
  • pdf.pisz.pl
  • soundsdb.keep.pl