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lo sabe, porque tendrá un hijo... Allí sentados, parecían hileras de budas. M'Cwyie
retrocedió hasta el semicírculo . ¡Mi hijo! proseguí, preguntándome qué habría
pensado mi padre de ese sermón ... Y todas las mujeres jóvenes pueden concebir hijos.
Sólo vuestros hombres son estériles. Y si permitís que los médicos de la próxima
expedición os examinen, quizá encuentren incluso remedio para los hombres. Pero si no
lo encuentran, las mujeres podéis uniros con los hombres de la Tierra.
»Y el nuestro no es un pueblo insignificante, ni un lugar insignificante proseguí .
Hace miles de años, el Locar de nuestro mundo escribió un libro diciendo que sí lo era.
Hablaba cómo Locar, pero a pesar de las plagas, las guerras y las hambrunas no nos
dimos por vencidos. No morimos. Una a, una fuimos venciendo las enfermedades,
alimentamos a los hambrientos, combatimos las guerras, y hace ya tiempo que no
tenemos ninguna. Quizá las hayamos erradicado para siempre. No lo sé.
»Pero hemos atravesado millones de kilómetros de nada. Hemos visitado otro mundo.
Y nuestro Locar había dicho: ¿Para qué molestarse? ¿Qué valor tiene eso? Todo es
vanidad.
» ¡Y el secreto bajé la voz, como si estuviera leyendo un poema es que tenía
razón! ¡Todo es vanidad, todo es orgullo! La hibris del racionalismo siempre lleva a atacar
al profeta, al místico, al dios. Es nuestra blasfemia lo que nos ha hecho grandes, lo que
nos sustenta y lo que secretamente nos admiran los dioses. ¡Decir los nombres sagrados
de Dios es pura blasfemia!
Empezaba a sudar. Mareado, hice una pausa.
He aquí el Libro del Eclesiastés anuncié, y empecé a leer : «Vanidad de
vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad. ¿Qué provecho
tiene el hombre...?»
Descubrí a Braxa en el fondo, muda, embelesada.
Me pregunté qué estaría pensando.
Y me eché alrededor las horas de noche, como hilo negro sobre un carrete.
¡Oh, qué tarde era! Había hablado hasta el amanecer, y seguía hablando. Terminé el
Eclesiastés y seguí con Gallinger.
Y cuando acabé sólo había silencio.
Los budas, en fila, no se habían movido en toda la noche. Y después de mucho tiempo
M'Cwyie levantó la mano derecha. Una a una, las Madres hicieron lo mismo.
Y entendí el significado.
Significaba no, basta, suficiente.
Significaba que yo había fracasado.
Salí despacio de la habitación y me dejé caer junto al equipaje.
Ontro se había ido. Por suerte no lo había matado.
Mil años más tarde entró M'Cwyie.
Tu tarea ha concluido dijo.
No me moví.
Se ha cumplido la profecía dijo M'Cwyie . Ahora mi pueblo siente alegría. Tú has
ganado, hombre santo. Ahora déjanos rápidamente.
Mi mente era un globo desinflado. Le metí un poco de aire.
No soy un santo dije , sólo un poeta de segunda atacado de hibris.
Encendí el último cigarrillo.
Finalmente:
Muy bien dije , ¿qué profecía?
La Promesa de Locar contestó M'Cwyie, como si no hiciera falta explicarlo : si
completábamos todas las danzas, en el último momento un hombre santo vendría de los
cielos a salvarnos. Derrotaría el Puño de Malann y nos traería vida. ¿De qué manera?
Como con Braxa; y cómo el ejemplo del Templo.
¿El ejemplo?
Nos leíste sus palabras, tan grandes como las de Locar. Nos leíste que «no hay nada
nuevo bajo el sol». Y mientras leías te burlabas de las palabras... mostrándonos algo
nuevo. Nunca hubo una flor en Marte dijo M'Cwyie , pero aprenderemos a cultivarlas.
Tú eres el Bufón Sagrado concluyó . El Que Debe Burlarse en el Templo, pues andas
calzado por suelo santo.
Pero el voto fue por el «no» dije.
Yo voté por no llevar a cabo nuestro plan original, y dejar que el niño de Braxa viva.
Oh.
Se me cayó el cigarrillo de los dedos. ¡Cuánto peligro había corrido! ¡Qué poco había
sabido yo! ¿Y Braxa?
Fue seleccionada hace medio Proceso para encargarse de las danzas... para
esperarte a ti.
Pero dijo que Ontro me detendría.
M'Cwyie no habló durante un rato.
Ella misma nunca había creído en la profecía. Ahora no se siente bien. Huyó
temiendo que se cumpliera. Cuando la completaste y votamos ya no tuvo dudas.
¿Entonces no me ama? ¿No me amó nunca?
Lo siento, Gallinger. Fue la única parte de su deber que nunca cumplió.
Deber dije con voz cansada... ¡Deberdeberdeber! ¡Tra-la-lá!
Se despidió; no quiere volver a verte... Y nunca olvidaremos tus enseñanzas
agregó.
No dije automáticamente, comprendiendo de pronto la gran paradoja que está en
el origen de todos los milagros. Yo no creía, no había creído nunca, una sola palabra de
mi propio evangelio.
Como un borracho, mascullé «M'narra».
Salí a mi último día en Marte.
¡Te he conquistado, Malann... y la victoria es tuya! Descansa en tu lecho estrellado.
¡Maldito seas!
Abandoné allí el jeep y regresé caminando al Áspid, dejando la carga de vida otros
tantos pasos atrás. Fui a mi camarote, cerré la puerta y me tomé cuarenta y cuatro
pastillas somníferas.
Pero cuando desperté estaba en la enfermería, vivo.
Sentí el latido de los motores mientras me levantaba lentamente y caminaba como
podía hasta el ojo de buey.
Allí arriba colgaba el borroso Marte, como un vientre hinchado, hasta que se disolvió,
se desbordó y me corrió por la cara.
EL MONSTRUO Y LA DONCELLA
Un gran desasosiego cundió entre la gente, pues había llegado otra vez el momento de
la decisión. Los Mayores votaron por los candidatos y el sacrificio fue ratificado a pesar de
las objeciones de Ryllik, el más viejo.
És un error capitular de esta manera argumentó.
Pero no le respondieron, y llevaron a la joven virgen a la gruta de los humos y le dieron
las hojas del sopor.
Ryllik miró con desaprobación.
No tendría que ser así declaró . Es un error.
Siempre ha sido así dijeron los demás en la primavera y el otoño de cada año.
Y miraron con preocupación hacia el sendero donde el sol vertía la mañana sobre el
mundo.
El dios ya viajaba por el frondoso bosque.
Es hora de partir dijeron.
¿Alguna vez pensasteis en quedaros y ver qué hacía el dios monstruoso?
preguntó Ryllik con amargura.
¡Basta de blasfemias! ¡En marcha!
Ryllik los siguió.
Cada año quedamos menos dijo . Un día no podremos ofrecer más sacrificios.
Ese día moriremos dijeron los demás.
Entonces ¿para qué prolongar la situación? preguntó . ¡Luchemos contra ellos...
antes de que dejemos de existir!
Pero los otros sacudieron la cabeza, resumiendo la resignación que Ryllik había visto
aumentar a medida que pasaban los siglos. Todos respetaban la edad de Ryllik, pero no
aprobaban sus pensamientos. Echaron una última mirada hacia atrás en el momento en
que el sol envolvía al ruidoso dios que se acercaba sobre su montura de gualdrapa
dorada, con la lanza mortal colgada en un costado. Dentro del lugar donde nacían los
humos la doncella sacudió la cola a un lado y a otro, poniendo los ojos en blanco debajo
de las juveniles placas de la frente. Sintió la presencia divina y empezó a bramar.
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